Un mes
Austin, 21 de septiembre, 2019
Un mes
Hoy hace un mes salí de Quito. Hoy hace un mes aterricé en Austin, Texas. Llegar a un departamento vacío con piso de concreto, con un balcón en donde empiezo a pasar de manera fija una quinta parte de mi día. Disfrutar el espacio infinito al frente: el ojo flota tranquilo sin que el viento lo espante ni las montañas lo paren. Un gran parque donde se congregan quienes pasean sus perros, grupos constantes de yoga, conciertos, y las casas donde residen la ópera y la sinfónica de esta ciudad. Contemplar el paisaje cubista armado en el reflejo cristalino de los edificios vecinos. Una ciudad atravesada por el río Colorado o el Lago Lady Bird, pues existe un poco de confusión en su nombre, siempre lleno de navegantes. Mirar entretenida habiéndolo hecho en su momento, el montón de turistas o mirones que llegan al puente “Congress” a observar la salida de un millón de murciélagos con la caída del sol. Estas criaturas mantienen esta ciudad caliente y húmeda con un número casi inexistente de mosquitos, segúramente una de las razones para que Austin los adopte, y no los vea como plaga o con miedo…
Una ciudad segura de quien es, y con su propia identidad, que rechaza a las transnacionales y defiende los negocios locales, que se niega a moldearse a lo que el mundo marquetero dice, y que atrae a músicos, ganándose así su primer lema: “capital de música viva del mundo”: se dice que cada noche se puede encontrar por lo menos un centenar de eventos con música en vivo en esta ciudad. Donde el arte revienta constantemente, sin mencionar su librería, teatros, museos y parques. Una ciudad que da a la cultura su puesto y por esto además, una ciudad tolerante y respetuosa. Su segundo lema igual de oficial: “mantengamos a Austin extraña”. Porque en un mundo que condena lo original, lo extraño, aquello que no está en de moda, no es una ciudad normal. No pretende copiar a Houston, Nueva York, San Francisco o Los Angeles. Sabe quien es y busca sus propias soluciones. Es fácil sentirse en casa acá, y eso de por si ya es extraño. Una ciudad donde me siento acogida y apoyada, donde la gente quiere que triunfe pues los (y nos) vuelve triunfadores. Mucho que aprender, y mucho que vivir en mi nuevo hogar… Austin, Texas.
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borra y va de nuevo? ...reflexiones de este cambio...
Austin, 25 de agosto, 2019
borra y va de nuevo?
...reflexiones de este cambio...
pensaba que la llegada a Austin sería más fácil: después de todo, regresé al Ecuador después de 22 años en Estados Unidos, y no extrañé el país del norte ni por un día. Hay cosas que aún me encantan de acá:
- la eficacia de los servicios: el señor que dice que llegará a instalar el internet entre las 11 y la 1 llegó puntualmente 11:50 además de llamar y confirmar su llegada en 15 minutos…
- la tranquilidad que se siente viendo los paquetes que llegan del correo, todos juntos en una gran habitación, sabiendo que el mio no se lo “llevarán accidentalmente”
- la seguridad de caminar cuando cae el sol mientras que recuerdo los dos asaltos en diez años en Quito, uno con pistola, otro con cuchillos
- la conveniencia: si algo, este país esta hecho para vivir cómodos: desde mi computadora ataco al mundo de Amazon, y se que en menos de una semana tendré las cosas en mi casa, o una soberana disculpa y hasta el regreso del gasto hecho si ellos se equivocan
empiezo de nuevo una aventura que me emociona, pues me ilusiona regresar a la academia y sus beneficios: instalaciones magníficas, innumerables bibliotecas, un enorme centro de investigación (Harry Ransom Center[1]), la energía constructiva de los estudiantes, nuevos y desconocidos caminos…construir…estudiar…investigar. salgo a mi nuevo balcón que ya no ve los Andes, para aprender la nueva geografía de un horizonte sin montañas: veo un río donde antes volaban nubes. una ciudad que construye – y esa energía se siente. que hace y deja hacer. que propone y no culpa… cuyo lema me hechiza: keep Austin weird[2]… porque esas metas ya no son normales. no es normal acoger a los murciélagos que salen por millones cada noche, y una vida cultural que no abarco aún a entender por sus innumerables propuestas. una ciudad que apoya lo pequeño y lo diverso… una ciudad con una biblioteca más grande que el teatro sucre…una ciudad feliz y con ganas de ser… esta es mi nueva ciudad…
olvidé pequeños detalles como llegar a un maravilloso departamento y haber ordenado solo colchón, sábanas, cobija, toallas, café y cafetera… mi espalda se queja ya por trabajar una semana parada en el counter de la cocina… pero los bancos llegarán esta semana…
lo que se que extraño y extrañaré, aunque sigue muy cerca: ver cada semana e interactuar con mi familia, los paseos o actividades de cada fin de semana con amigos y familia, las reuniones con las primas, los incontables cafés improvisados, las noches de tragos, planes de último momento de toda la noche… la espontaneidad del latino…la cercanía de los amigos
leo en retro y veo que la vida guarda su balance… mucho fue, mucho viene…queda solo agradecer. sonrío al cambio… dar la vuelta la página, y seguir escribiendo…
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Power seduces ...
Power seduces ...
Reflecting on lynching Master Plácido Domingo.
One of the most important and necessary lessons that exist is to learn to say “no”, assume our mistakes and understand them. It would seem that we have lost this battle. I don’t know if Nancy Reagan is to blame with her “just say no,” in the eighties: it’s hard to just say no. We began to find guilty parties, and we convinced ourselves that the fault was never ours. New technical words and definitions emerged that exculpated the child and the teacher at the same time … the fault had been an “attention deficit.” We discovered who was at fault for our boredom, our mediocrity, our overweight, our ignorance or our intolerance and we breathed relieved to realize that we were not guilty. Nothing is as simple as “say no”, and so, we lost perspective. Nothing has only one culprit or a single solution. But “saying no” can be a great start.
#metoo was extremely important and shaped the white elephant that has always been in the room. We discover that those who have power use it for their benefit. But we forget to define “power,” and we assume that the only power comes from that vertical line where a boss is above. #metoo does not seek to teach how to flip that line and match dynamics in an horizontal way. With horror I see in El País[1] that opens its menu with “The Fallen” and makes it part of this new witch hunt. There is nothing new in this story, that always, for personal reasons but in the name of justice, seeks and condemns “the guilty.” Centuries later, we have forgotten that and abundance of bonfires burnt many, none of them withces.
We have once again lost perspective. We live in a hypocritical moment that, with its politically correct language, hides with baroque definitions the obvious truths. Who was pushed into a dressing room and forced to have sex was raped, not harassed. Whoever took a hand and forced someone to grope them, was harassed. (For unveiling thise, I do thank #metoo) But who, being an adult, saw the bait and bit the hook and ended up in some bed or sofa is part of an eternal game of powers. Because let’s not belittle beauty please! Beauty is power. There will be those who only crossed words, looks or insinuations. There will be those who got presents or careers, and those who left only with the mischief and pleasure of the moment. The human casino includes the eternal flirting of the species with “better or worse” results. We are all part of this game. Everybody.
I am tired of accusations that arrive thirty years later, because they confuse the perspective and seek, many times with anger and anonymously, to discover guilty parties and demarcate themselves from their own faults. I admit, it is an act of courage to make an accusation, and sometimes a necesity. Fear is part of the human braid; but I don’t find courage in some confusing accusations.
Brave are those who live today and accuse today even if they risk their work or their career. That they take the risks and face them. #metoo risks losing its raison d’être if it no longer seeks equality or justice. They use the torches not to iluminate but to light bonfires. Now, #metoo has power and when they abuse it, it becomes part of the problem. It no longer holds perspectives. #metoo no longer seeks peace, only war. Power has seduced them …
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El poder seduce…
El poder seduce…
reflexionando sobre el linchamiento al maestro Plácido Domingo.
Una de las lecciones más importantes y necesarias que existen, es aprender a decir que “no”, asumir nuestros errores y entenderlos. Parecería que hemos perdido esta batalla. No sé si la culpa la tiene Nancy Reagan con su iniciativa de “sólo di no,” en los ochenta: es difícil sólo decir que no. Empezamos a encontrar culpables, y nos convencimos que la culpa nunca era nuestra. Surgieron palabras técnicas y definiciones nuevas que exculpaban al mismo tiempo al niño y al profesor … la culpa había sido de un “déficit de atención”. Descubrimos responsables de nuestro aburrimiento, nuestra mediocridad, nuestro sobrepeso, nuestra ignorancia o nuestra intolerancia y respiramos aliviados al comprender que no éramos culpables. Nada es tan simple como “decir que no”, y así, perdimos la perspectiva. Nada tiene sólo un culpable ni una sola solución. “Decir que no” puede ser un gran comienzo.
#metoo tiene una importancia extrema y le dio forma al elefante blanco que siempre ha estado presente. Descubrimos que quienes tienen poder, lo usan para su beneficio. Pero olvidamos definir “el poder”, y asumimos que el único poder viene de esa línea vertical donde arriba está un jefe. #metoo no busca enseñar a voltear esa línea e igualar de manera horizantal las dinámicas. Con horror veo en El País que abre su menú con “Los Caídos” y lo vuelve parte de esta nueva cacería de brujas. Nada nuevo en esta historia que por razones siempre personales pero en nombre de la justicia busca y condena a “los culpables”. Siglos mas tarde hemos olvidado que nunca hubo bruj@s, pero conocemos que fueron innumerables l@s quemad@s.
Hemos una vez más perdido la perspectiva. Vivimos un momento hipócrita que con su lenguaje políticamente correcto esconde con definiciones barrocas las crudas verdades. Quien fue empujad@ a un camerino y obligad@ a tener sexo fue violad@, no fue acosad@. A quien le tomaron su mano y obligaron a manoseaer un miembro fue acosad@. En este punto, un gran saludo al #metoo. Pero quien, siendo por supuesto mayor de edad, vio la carnada y agarró el anzuelo y terminó en alguna cama o sofá es parte de un eterno juego de poderes. Porque no menospreciemos a la belleza por favor! La belleza es poder. Habrá quienes sólo cruzaron palabras, miradas o insinuaciones. Habrá quienes sacaron bienes o carreras, y quienes salieron sólo con la picardía y el placer del momento. El casino humano incluye el coqueteo eterno de las especies con “mejores o peores” resultados. Todos somos parte de este juego. Todos.
Estoy cansada de acusaciones que llegan treinta años más tarde, porque confunden la perspectiva y buscan, muchas veces con iras y de manera anónima, descubrir culpables y deslindarse de culpas propias. Es un acto de valentía hacer una acusación, lo admito, y a veces hasta necesario. El miedo es parte del trenzado humano; pero no encuentro valentía en algunas confusas acusaciones.
Valientes son los que viven el hoy y acusan hoy aunque arriesguen su trabajo o su carrera. Que asumen los riesgos y los viven. #metoo arriesga perder su razón de ser si ya no busca ni la igualdad ni la justicia. Lleva la antorcha para encender hogueras. Ahora tiene poder y cuando lo abusa, es parte del problema. Ya no guarda perspectivas. Ya no busca la paz, sólo la guerra. El poder lo ha seducido…
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