Chía Patiño
Directora Escénica • Compositora • Directora Artística
Biografía
Después de diez años como Directora Artística y Ejecutiva del Teatro Nacional Sucre en Quito (2009-2019), Chía Patiño, directora escénica y compositora, ha regresado a Estados Unidos, donde la encontraremos al momento como directora escénica y profesora en la reconocida Universidad de Michigan en Ann Arbor.
En su versátil carrera la encontraremos como directora escénica de diversas óperas entre las que destacan como proyectos mas recientes La Hija del Regimiento para Opera Colorado, La Traviata para Florida Gran Opera, Suite Española 1 y 2 para Houston Grand Opera, Orpheus & Eurydice para Seattle Operay Florencia en el Amazonas en España para Opera Tenerife. En su compromise con nuevas obras la encontraremos dirigiendo Ñomongetá de Diego Sánchez Haase en NY y Washington (la única ópera en guaraní) así como el taller de Paradiso, con música de Yevgeny Sharlat y libretto de Stephanie Fleischmann. El próximo Verano dirigirá la premiere mundial de La casa en Mango Street con música de Derek Bermell y libretto de Sandra Cisneros en el Festival de Glimmerglass así como El Giro De La Tuerca de Benjamin Britten.
En Ecuador dirigió , Dido & Aeneas, Carmen, Manuela y Bolivar, Luisa Fernanda, Faust y La Flauta Mágica de los Andres así como los musicales Spring Awakening, West Side Story y Sweeney Todd. Como directora musical dirigió la Ópera Mariachi Cruzar la Cara de la Luna con funciones en Houston, Paris, Chicago, Forth Worth, Phoenix, San Diego, Tucson, El Paso y Quito. Como compositora su trabajo más reciente fue la música para Guadual, el primer circo ecuatoriano, obra presentada con éxito en Latinoamérica y Barcelona así como un ciclo de canciones para el joven tenor guayaquileño César Parreño.
Declaración Artística
Creo en la música como creo en el arte. Creo que la verdadera esencia de nuestra humanidad se refleja a través de ese invisible e intocable producto. Nos muestra nuestra dualidad en sus extremos: lo mejor y peor de nosotros. Porque la humanidad tiene muchos lados, y deberíamos, sino sentirlos, por lo menos ver tantos lados como podamos. Encontraremos que la música, como el arte, nos hace reír y llorar; en su luz ilumina nuestros amigos, familia, nuestro primer amor o desamor, y marca todas las memorias que nos tejen. Su lado oscuro evidencia nuestros temores, nuestras heridas y nos deja percibir y cuestionar lo desconocido.
La música y el arte son sentimientos: no pueden ser cortados o borrados. Atraviesa fronteras como la censura, por lo cual — aunque en la historia encontremos muchos artistas que fueron silenciados — todo lo que debía ser dicho vive y habla en su arte.
He visto miles de espectáculos en la última década. En ellos, he visto a la audiencia perdida pacíficamente en sus sentimientos. Y sentir es un lujo en el tiempo actual, en el que la publicidad, las luces, el marketing y gran parte de la sociedad nos manipula para que entendamos y compremos lo que necesitamos para ser felices. En el santuario de un teatro (y de las artes) — cuando las luces se apagan — no seremos juzgados ni empujados: recordamos…sentimos: son espacios que nos permiten ser frágiles y recordar nuestra esencia.
Como directora escénica intento decir cosas que considero importantes; para mi es necesario entender y estar consiente de nuestro tiempo y de nuestra audiencia. Luisa Fernanda es una historia de amor, pero al final, Luisa elige el amante equivocado – y ésto le hemos hecho muchos. Fausto, no reconoce que lo seduce el poder y la idea de recuperar la juventud, ni que quien lo seduce, es el demonio. En Los Miserables era importante ubicarnos en el tiempo actual, donde son siempre los estudiantes a quienes encontramos en la primera fila de la lucha contra el poder y sus abusos. Venezuela nos demuestra ésto: es importante entender y recordar que podemos y debemos resistir. Y descubriendo la cosmovisión indígena durante La Flauta Mágica de los Andes, aprendí sorprendida que, en los valores ancestrales, la humanidad podrá percibir lo bueno en valores simples como la valentía, la fortaleza y la justicia. Vi un teatro lleno de indígenas que escuchaban a taita Mozart y reían; vi niños que, al desconocer los artificios de “como portarse en la ópera” hablaban con Papageno en el escenario, como si fuera un espectáculo de títeres infantil- y lo era. Creo que a Mozart le hubiera encantado esto. Hubo magia en nuestra Flauta. El arte nos purifica y reaccionamos de una manera natural. Creo en la ópera que no busca a la élite, que en su forma original buscaba siempre entretenernos, pero además a veces, tenía la urgencia de hablarnos de cosas importantes, de pinchar nuestra consiencia. Pero e aquí su magia: el artista buscará decir una cosa, pero la audiencia sentirá lo que necesite sentir. Creo en esa magia.
Por diez años ese fue mi enfoque: regalar al público esos momentos mágicos. Pero mientras más trabajaba en eso, más entendía que lo importante es cuidar las raíces: los creadores. Son los estudiantes y los aprendices quienes generarán el nuevo arte. Un arte que debe ser actual, y no una copia de la historia. Y, aún sintiendo orgullo por las producciones que he dirigido, creo que es el momento de pasar lo que he aprendido. Enseñar a los jóvenes artistas a percibir nuestro tiempo y encontrar una verdadera razón para hablar por la que no compren nuestra voz. Comunicar y respetar nuestra audiencia y su tiempo. Al dirigir, mi espacio favorito ha sido siempre los ensayos: donde los artistas se comunican con honestidad y buscan remar en una dirección sabiendo sólo hacia donde queda la meta. Preparar a jóvenes directores y cantantes me entusiasma.
La vida me ha dado grandes oportunidades y vivencias. Aunque aún tengo mucho que decir, creo que es urgente preparar a las futuras voces, pues enfrentan tiempos muy complicados: un tiempo donde el sistema insiste en enseñar al público a no sentir…
Quito, Julio 6 del 2019