¿Música... y qué más?
Años de estudio, constancia y disciplina. Noches interminables leyendo, practicando, repitiendo. Músculos que duelen, tendones que se relajan con masajes constante de hielo o de paños hirviendo. Relajar las manos, los brazos. Y de nuevo enfrentarse a ese teclado a veces interminable y traicionero. Noches largas, comidas escasas o inexistentes. Momentos de celebrar o ganas de llorar. Ocho a diez horas de práctica constante. Después, más estudio. Y de repente la inevitable pregunta: “¿y qué estudias?”
Lo que describo son rutinas de los músicos; y, asumo yo, de todos los artistas. Es más, una vez graduados comienza de nuevo el estudio. Pues cada pieza nueva, es un mundo nuevo. La gente imagina ese ritmo en carreras válidas y respetuosas: medicina, leyes, las primeras que saltan a la mente. Pero en lugar de los “oooohs” y “aaaahs” constantes que asumo reciben los futuros médicos o abogados, fueron años que viví esta escena, repetida en variaciones invariables:
– ¿Qué estudias?
– Música
– Ay que lindo… ¿y qué más?
Momentos incómodos, sonrisas falsas, y yo, que tercamente me rehusaba a sacar a los ignorantes de sus prejuicios. Música… y nada más… pero esa respuesta no la daba.
Y no hablando por otras artes, soy testigo de que además, la música es un amante inconstante e ingrato. Qué un día, al rasgarse uno un tendón, la música y la profesión lo abandona a uno. Nos deja golpeados e incapaces de recuperar nuestra antigua forma. Lo trágico del músico es que con o sin diplomas, músico es solo el que toca, el que sabe, puede o quiere conquistar el escenario. Pero afortunadamente el campo es tan grande que si tenemos suerte, encontramos algo más que nos alimente. …pues si, el artista vive de su arte. Y el arte en cambio, es un amante generoso y sin fin.
Así que hoy respondo a tu pregunta: “¿música… y que más?” Música, y punto. Música, y nada más. Música, y me arriesgo: a esta profesión “de vagos”. A este arte que te toca el alma, que te puede hacer reír o llorar. Recordar las penas. Imaginar los sueños. A este arte, a veces sacro y a veces pagano. A veces lúcido y a veces loco. Música, y ¡nada más! Ahora solo faltas tu: ¿qué escuchas?
Chía Patiño, Directora Artística Ejecutiva
Abril, 2010