Paripé
Me encanta nuestro público. Y nuestros invitados lo adoran. Déjenme explicarles por qué. Declaro tremendamente exitoso al Festival Ecuador Jazz 2O12. Abrimos con quien consideramos una de las nuevas grandes voces del Jazz: Youn Sun Nah, quien llegó después de 60 horas de vuelo desde Corea y bajó sin demostrar cansancio alguno, lista para explorar, llena de curiosidad y siempre con una sonrisa pícara y cómplice. Era su primer viaje a Latinoamérica, por lo que, una vez más, nos llevamos el privilegio de estrenar grandes artistas en nuestro cono. Su concierto fue eléctrico. Su honestidad e integridad como artista inspiradora. Una artista sin miedo, guiada por su instinto y su confianza en lo que escucha “oído adentro”, por lo que quiere contar. Exploró sonidos muy poco escuchados en nuestro escenario y me quedan cortas las palabras para describirlos, prefiero quedarme con la sensación de haberlos vivido. Sus discos son maravillosos y, aun así no le hacen justicia, lo cual reafirma mi fe en los espectáculos en vivo. El público se embarcó en el frágil bote de quien sabe cuidar a su audiencia, se enamoró inmediatamente de ella y del gran Ulf Wakenius, su tremendo guitarrista. Gozamos del privilegio de un teatro lleno que se llevó esta vivencia a casa y que, ojalá, permita que la música y los sonidos de aquella noche lo inspire por un buen tiempo. La magia del teatro aflora nuestra esencia, nuestros potenciales y nuestros sueños pero, sobre todo, nuestra inmensa capacidad de sentir. El gigante monstruo teatral tiene la fantástica cualidad de comerse cualquier miedo.
Me encanta nuestro público porque tiene las agallas de explorar lo desconocido. Empiezo a reconocerlos, a verlos con la frecuencia del amigo, del vecino, de la familia, siempre con la honestidad de quien indaga, con las ganas de quien está dispuesto a dejarse sorprender.
Al día siguiente este espacio, también lleno, bailó con Trombone Shorty y quedó felizmente confirmado que, 125 años después, el Teatro Nacional Sucre se debe más al arte que a la apariencia. Yo paripeo, tú paripeas, nosotros paripeamos, pero en la oscuridad de nuestras butacas vivimos solos nuestras verdades. Trombone Shorty salió del avión al escenario. No llegó ni a sentir los efectos de la altura cuando, con igual valentía, se lanzó una nota de más de un minuto con sus inmensos e inocentes pulmones. Parecía que su acto heroico terminaría en un desmayo, pero, colapso previo y desde el suelo, se incorporó impecable para seguir compartiendo con el público frenético su arte y su vigor.
Libertad infinita temporal: complicidad absoluta entre el artista entregado y su público. Lo mismo sucedió cada noche de conciertos a lo largo de nuestro Ecuador Jazz, con diferentes lenguajes y ritmos, sin trabas, sin miedos, con un teatro lleno que resonó y agradeció.
Esa es la energía fresca, renovada y libre de nuestro público, conformado por soñadores y aventureros, por gente honesta llena de entusiasmo por aprender, por vivir el mundo en un escenario. Así empiezan los festejos de este gran año en el que celebramos el 125 aniversario de nuestro querido Teatro Nacional Sucre, con eventos de primera y entradas agotadas. Se acerca una zarzuela: Luisa Fernanda en formato didáctico, para que la gente pueda inmiscuirse en el oculto trabajo de los entretelones de una producción escénica. Ya llega John Zorn con su pulido arte ecléctico, uno de los músicos contemporáneos más importantes y experimentales. Por supuesto, regresa el Festival de Música Sacra, como regresará siempre el arte: honesto, con humor y con lágrimas, lo que haga falta y sin miedo al miedo. Lo pide el teatro, y lo pide nuestro público, por los siglos de los siglos…
Chía Patiño, Directora Artística Ejecutiva
Marzo, 2012